Las cinco heridas emocionales de la infancia

¿Alguna vez has sentido que reaccionas con demasiada intensidad ante ciertas situaciones o que repites patrones en tus relaciones que no terminas de entender? Tal vez no se trate solo de «cómo eres», sino de heridas emocionales que llevas contigo desde la infancia.

La psique tiende a protegerse del dolor. Para ello, crea estrategias para evitar el sufrimiento. Sin embargo, esas mismas estrategias, lejos de ayudarnos a sanar, terminan perpetuando el malestar. Entramos así en un bucle del que no podemos salir si no le ponemos consciencia.

Por eso he escrito este artículo: para ayudarte a comprender mejor cuál es tu forma de protegerte emocionalmente cuando algo duele.

Lise Bourbeau nos habla de cinco heridas emocionales principales que se originan en la infancia: rechazo, abandono, humillación, traición e injusticia. Podemos tener varias al mismo tiempo, en distinta o igual intensidad. Cada una tiene un origen concreto y una “máscara” que usamos para no sentir el dolor.

Estas heridas no se ven a simple vista, pero afectan profundamente cómo te relacionas contigo misma y con los demás. Reconocerlas es el primer paso para empezar a liberarte del peso que llevas cargando durante años.

Espero que este artículo te ayude a tomar conciencia de cuáles son tus heridas predominantes y te brinde herramientas para empezar a sanarlas. Porque lo que no se nombra, no se libera.

Herida de Rechazo: “No soy suficiente”

Esta herida suele originarse muy temprano, incluso desde la gestación o el primer año de vida, cuando el niño o la niña percibe que no es deseada o aceptada. Como defensa, se crea la máscara de la huidiza.

Quien tiene esta herida tiende a evitar el conflicto, a minimizar su presencia y puede sentir que no tiene derecho a existir. Se desconecta emocionalmente para no volver a experimentar ese dolor primario de no ser bienvenida al mundo.

La sanación comienza cuando dejas de utilizar tu máscara y reconoces tu derecho a estar aquí, tal como eres. Se trata de darte permiso para ser visible, expresarte, opinar y ocupar tu lugar en el mundo sin miedo. Y, sobre todo, de practicar la autoaceptación desde la ternura, no desde la exigencia.

Herida de Abandono: “No puedo sola”

Surge cuando el niño o la niña siente que no recibe suficiente atención emocional o que una figura de referencia no está disponible, ya sea física o afectivamente. La máscara que se desarrolla es la de la dependiente.

Quien la vive busca constantemente compañía o validación para no enfrentarse a la soledad. Puede ser hipersensible al rechazo y aferrarse a relaciones por miedo a ser dejada.

La sanación empieza por dejar caer las máscaras que construiste para no sentirte sola o insuficiente. Comienza cuando aprendes a darte eso que durante tanto tiempo esperaste recibir de los demás: atención, cuidado, presencia. Es un proceso de cultivar tu autosuficiencia emocional y aprender a sostenerte desde dentro. También implica reconectar con tu niña interior y asegurarle, con amor, que ahora sí hay alguien que la cuida y acompaña incondicionalmente: tú.

Herida de Humillación: “No merezco disfrutar”

Esta herida se gesta cuando el niño siente que su expresión corporal, emocional o sensorial es juzgada o reprimida. La persona desarrolla la máscara del masoquista: se sobrecarga de responsabilidades, se olvida de sí misma y siente culpa si se permite disfrutar.

Se vuelve servicial al extremo, pero muchas veces desde la necesidad de ser reconocida y no por un deseo auténtico.

La sanación comienza cuando te das permiso para soltar la culpa y empiezas a derribar la máscara del sacrificio constante. Se trata de permitirte el placer sin sentir que debes compensarlo, de aprender a decir “no” sin sentirte egoísta y de poner límites desde el amor propio. También implica reconocer que tu valor no depende de cuánto haces por los demás, sino de quién eres, simplemente por existir.

Herida de Traición: “Tengo que controlarlo todo”

Se activa cuando una figura de referencia no cumple sus promesas o traiciona la confianza depositada. En respuesta, se construye la máscara del controlador o la controladora.

Quien vive con esta herida necesita tener todo bajo control para sentirse segura. Suele desconfiar, le cuesta delegar y teme mostrarse vulnerable.

La sanación empieza cuando te permites soltar el control sin asociarlo a debilidad. Es el momento en que comienzas a confiar en que no todo depende de ti, y te das permiso para descansar, delegar y compartir responsabilidades. También implica trabajar la confianza, en ti y en los demás, no desde las heridas del pasado, sino desde el presente que estás construyendo con mayor conciencia y seguridad interior.

Herida de Injusticia: “Tengo que ser perfecta”

Esta herida se origina en un entorno rígido, donde el niño siente que no puede mostrarse tal cual es. La respuesta es la máscara de la persona rígida: perfeccionista, controlada, emocionalmente contenida.

Esta persona se exige mucho, no se permite mostrar debilidad y suele bloquear la conexión con sus emociones más vulnerables.

La sanación comienza cuando te das permiso para equivocarte y dejas de exigir perfección como condición para sentirte valiosa. Empieza al conectar con tus emociones sin juzgarlas, permitiéndote sentir sin necesidad de reprimir o controlar lo que surge. Sanar esta herida es aceptar que no necesitas demostrar nada ni ser impecable todo el tiempo para merecer amor, reconocimiento y descanso.

Sanar es un camino, no una meta

Estas heridas no se extirpan, pero sí se transforman. Con cada paso de conciencia, amor propio y compasión, vas soltando la máscara y conectando con quien realmente eres.

Sanar no es lineal, pero tampoco es imposible. Y no tienes que hacerlo sola.

  • ¿Con cuál de estas heridas te has sentido más identificada?
  • ¿Qué paso podrías dar hoy para empezar a cuidarte desde un lugar más amoroso?

 

Si este artículo te resonó, compártelo con quien sientas que lo puede necesitar. Y no olvides hacer el test de las cinco heridas de la infancia, que encontrarás en el apartado de regalo. Te ayudará a identificar cuáles son tus heridas predominantes y secundarias, y a descubrir claves valiosas para empezar a sanarlas.

Porque tu historia no te define. Pero tú sí puedes decidir cómo continúa.

Marta Jiménez

Marta Jiménez

Mi nombre es Marta Jiménez y ayudo a mujeres que han sufrido en sus relaciones sentimentales a superar estas situaciones y encontrarse a sí mismas para poder construir relaciones sanas. Y lo hago a través de un método personal que combina la Terapia Gestalt, el coaching y otras formaciones.
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