Ya lo dijo Tom Robbins “Nunca es tarde para tener una infancia feliz”, de la misma manera nunca es tarde para sanar nuestro niño interior herido o niña interior herida. Ahora la pregunta sería ¿Cómo podemos sanar nuestro niño interior? Espero que este post te incentive a encontrar la respuesta.
Este post está inspirado en el libro de «Abraza a tu niño interior» de Victoria Cadarso. La escritora nos habla de la importancia de poder sanar ese niño o esa niña herida, nuestros problemas actuales de relación de pareja, sexo, dinero, trabajo amistad, etc. Están influenciados por patrones que hemos adquirido en nuestra niñez y adolescencia. Los posibles problemas y traumas que tuvimos antaño y que han quedado sin resolver; nos siguen persiguiendo y condicionando nuestro presente. Son como las gafas con las que vemos nuestra realidad.
Cuando eres pequeño, hay una parte auténtica y creativa, tiene que ver con tu espontaneidad, curiosidad y amor incondicional. En la infancia tienes esa parte más visible, aflora de manera natural. Este ser auténtico, en la medida que te vas desarrollando, necesita de amor y apoyo para seguir expandiéndose, a veces se va encontrando con problemas con los que, por falta de recursos y apoyo de progenitores o entorno; se va cubriendo de capas protectoras, principalmente creencias limitantes, emociones bloqueadas y traumas.
Cómo sanar nuestras creencias limitantes
Son aquellas creencias de la infancia que tienen que ver con mandatos familiares o sociales, que nos hemos tragado sin digerir y los hemos dado por válidos, también son creencias propias en base a nuestras experiencias de cómo nos trataron las personas importantes para nosotros.
Si por ejemplo en casa teníamos dificultad en aprender ciertos conceptos matemáticos, y además nuestra madre o padre se ponía muy nervioso al explicarnos la materia, antes de invalidar a un vínculo tan importante, podemos creernos que “No soy listo, por eso no valgo para las matemáticas”.
Cuando somos pequeños, las creencias más limitantes, las que más nos invalidan, tienen que ver con nuestras propias capacidades, son limitaciones que tienen que ver con:
- No puedo: cuando de niños no podíamos hacer ciertas cosas.
- No sé: cuando todavía no habíamos desarrollado ciertas conexiones neuronales.
- No soy: de niños somos un reflejo de las capacidades de nuestros progenitores, si ellos no se amaron a ellos mismos; tampoco son capaces de amarnos de forma incondicional, con lo que nos volvemos un reflejo de ellos. Repetimos los patrones y carencias en la mayoría de los casos.
Es necesario actualizar estas creencias de cuando éramos pequeños por creencias válidas que no nos limiten, el camino para poder transformarlas, pasa por el siguiente proceso:
- En primer lugar, hacer esas creencias conscientes; ya que la mayoría de ellas con inconscientes con lo que no nos damos cuenta del efecto que tienen en nosotros.
- Agradecer y reconocer la función que tuvieron en su día, tuvieron su razón de ser en su momento, ya que nos sirvieron para gestionar la realidad y ayudarnos a predecirla, aunque hoy en día estas creencias, estén desactualizadas.
- Formular nuevas creencias, actualizadas que nos capaciten y nos sirvan a día de hoy; para esto necesitamos una actitud amorosa sin juicio ni crítica. Es decir, no podemos reprogramar las creencias desde el miedo, la duda o la falta de confianza. También es necesario que nos resuenen y seamos capaces de sentir que son verdaderas, por eso es preferible modificarla y poner estoy en el camino. En el ejemplo de la creencia anterior; podríamos formular una creencia que fuera “Cada día entiendo mejor las matemáticas, ahora tengo la capacidad y conexiones neuronales necesarias que me faltaban en su día”.
- Una vez que las hemos formulado; repetírnoslas, escribirlas, visualizarlas y sentirlas, para que se puedan crear nuevas conexiones neuronales con estas nuevas creencias. Ya numerosos estudios de neurociencia [i] han visto la plasticidad de la mente, es decir como independientemente de la edad se pueden ir creando nuevas conexiones neuronales.
Cómo sanar nuestros traumas
El trauma es cuando se produce un dolor físico o emocional y nos sentimos vulnerables e incapaces. Cuando nos pasa esto y no hay nadie que nos ayude a liberar la emoción para poder darle un significado a la experiencia, sino hay una reparación; hay trauma. Este trauma, al no procesarse, sigue estando presente, aunque pueda ser de manera inconsciente.
El peor trauma que podemos vivir de pequeños es la falta de amor, nuestra vida entonces carece de sentido. Cuando nuestros progenitores no son capaces, por las razones que sean, de proporcionarnos amor, se nos produce una herida que nos divide internamente:
- Por un lado, está la parte que quiere y necesita continuar el vínculo con nuestros progenitores.
- Por el otro, la parte que no quiere saber nada de estas figuras y tiende a evitarlos.
Cuando pasa esto se rompe también el contacto interno y nos dividimos en partes, cada una de ellas lleva su parte de dolor, es una manera de poder soportarlo, ya que de otra manera nos sería imposible.
Hay distintos tipos de traumas, uno de ellos es el trauma puntual, como por ejemplo la muerte de un ser querido. Este tipo de traumas; si tenemos una persona reparadora que nos ayude a exteriorizar lo que nos está pasando, nos acompaña en nuestro duelo, si es el caso, lo podremos superar.
El trauma se produce cuando no podemos dejar salir el dolor y se queda dentro. El trauma continuado, es cuando en nuestra familia, nos tratan mal de manera continua, no recibimos el amor, la atención, el afecto y el cariño que necesitamos. De esta manera, acabamos avergonzándonos de nosotros mismos y nos dividimos. Nuestro ser auténtico se oculta y desarrollamos un método de defensa o máscara social para poder sobrevivir.
El trauma acumulativo son pequeños traumas que se van sumando en la vida de una persona, haciendo un trauma acumulado y sin resolver. Tienen que ver con la falta de amor; cuando no nos prestan la atención suficiente, no nos respetan, no nos demuestran afecto, no aceptan nuestra individualidad, no nos admiran en nuestras características especiales. La creencia resultante en la persona es “No soy apropiado, no soy bienvenido”
Los traumas se quedan grabados a fuego, los mueve el miedo que hace que nos pongamos en modo supervivencia, y la falta de amor que hace que tengamos vergüenza de ser y culpa de no haber hecho. El dolor que producen al niñ@, le incapacitan, le hacen sentir inapropiado, inútil, impotente y pueden llevar a la depresión y a querer no vivir.
Cuando se produce un trauma, la persona se escinde, y en esa escisión, se divide en dos:
- La parte con la estrategia defensiva o careta, esta parte se hace adulta e intenta que la parte herida no salga a la luz.
- La parte con dolor o herida, que no puede crecer y se queda infantil, pequeña. Sería la herida infantil, o el niñ@ herid@. La parte defensiva no quiere que aparezca, convirtiéndose en una parte exiliada.
Un trauma puede sanar con relaciones amorosas reparadoras, muchas veces intentamos que sea la pareja la que nos salve, la que nos sane. Esto es realmente difícil, ya que nos haría depender de ella, y crearía una relación de dependencia poco saludable y no de igual a igual.
La buena noticia es que el trauma no tiene que ser una condena de por vida. A través del amor, el niño empieza a aceptar y reconocer los aspectos heridos de si mismo que ha rechazado, negado o escondido, en lo mas profundo de su ser. Si vibramos en miedo, entonces nuestra parte esencial se esconde y entramos en modo supervivencia. Si vibramos en amor, empezaremos a transformar ese miedo.
Hay una diferencia grande entre el auténtico niño esencial y aquél que viven los padres o cuidadores, precisamente por esa adaptación que hace el niño y que tiene que ver con un miedo profundo a no ser aceptado, ser rechazado o ser abandonado. A esto se le suman las emociones no expresadas como el enfado, el miedo, la tristeza, la vergüenza y la culpa.
El modo de sanar es poder afrontar el miedo y conectar con el amor
Por nuestros traumas estamos divididos en partes de nosotros no integradas, para ello la psicología integrativa habla de:
- Padre/madre
- Adulto
- Niño/niña.
La Gestalt nos habla de la polaridad de:
- Perro de Arriba, que es la parte de los deberías, tienes que, intenta ejercer el control sobre el perro de abajo.
- Perro de abajo, el que dice no puedo, el que se victimiza, aplaza y no se compromete.
La regresión espontánea es cuando se nos activa la herida emocional, nuestro niñ@ asustad@ toma las riendas y entramos en un estado de ansiedad y pánico, tenemos una regresión espontánea y volvemos a ser esos niños asustados y cuestionados.
Cuando pasa esto, la parte adulta tiene que fortalecer la estructura defensiva y una vez que la herida ha salido a la superficie, aparecen otras partes que para que no suframos. Tienen que ver con todo tipo de adicciones o distracciones para evadirnos del dolor.
Estas partes, nos distraen la atención de numerosas formas, puede ser drogas, alcohol, comida, compras, ejercicio, hablar con un amigo, una serie o película, etc. la función es anestesiar el dolor para no sentir.
En el sistema de familia interna; se denominan Bomberos, estos protectores son los que se encargan de que no suframos una vez que la herida ya se ha reactivado. De esto se habla en el libro “Los sistemas de familia interna” de Richard C. Schwartz.
Cuando bloqueamos el miedo del niño o la niña herida para no sentirlo, de manera inconsciente nos limita y se observa en conductas que pueden tener que ver cuando no tenemos confianza o no nos sentimos seguros, cuando nos cuesta mucho tomar decisiones, cuando nos encontramos en estado de alarma.
Cuando enterramos nuestras sensaciones, percepciones en el inconsciente, se manifiestan de alguna manera, por ejemplo, con falta de alegría o sensación de desamor, evitando el contacto por miedo al rechazo, al abandono y al abuso.
Al no sentirnos dignos de amor, sospechamos que algo está mal en nosotros, ya que sino nuestros progenitores, nos hubieran amado de forma incondicional, eso es lo que nos imaginamos de pequeños, cuando la realidad es que nuestros progenitores o cuidadores; lo hicieron lo mejor que supieron, con sus propios traumas y limitaciones.
Para sanarnos es necesario mirar al miedo de frente, primero con un apoyo externo, ya sea de un terapeuta, psicólogo o una persona de confianza, hasta que podamos hacerlo solos. El secreto consiste en darnos el amor que no tuvimos, cambiar las creencias que nos limitan por unas actualizadas que nos abran la mente y nos ayuden a expandirnos a superar nuestra propia zona de confort.
Contar con los recursos suficientes para poder:
- Tratar la experiencia original en el presente.
- Procesar los pensamientos y creencias.
- Liberar emociones y sensaciones que quedaron bloqueadas, liberar manifestaciones psicosomáticas, compulsiones o adicciones.
- Terminar las acciones, cerrar el asunto inconcluso, para poder hacer esto es importante preguntarse qué final feliz hubieras deseado de niño.
Nuestro niño interior herido necesita ser escuchado con amor incondicional. El amor incondicional es el que está plenamente presente para el otro, le acepta y le apoya, lo aprecia desde el respeto y la singularidad, aceptando lo que el otro es sin querer cambiarlo. Da amor, cariño, consideración y agradece que esté en su vida. Este amor incondicional muestra autenticidad, cubriendo la necesidad de que eres importante y valioso para mí.
El amor incondicional es aceptar lo distinto, especial y valioso que hay en ti. Hay un vínculo en el contacto y un sentirme comprendido. Hay un compromiso de estar cuando el otro lo necesite, cubriendo la necesitad de seguridad. Cubriendo la motivación para alentar y animar a la persona. Hay una admiración, una aportación, de lo que el otro es y me da.
Si somos capaces en nuestra división interna, tener al adulto amoroso disponible para que escuche y atienda a nuestro niño herido, con herramientas para escucharle, comprenderle y perdonarle, la sanación es posible.
Si no hemos mamado ese modelo puede que nos cueste construir un adulto lleno de amor incondicional que pueda estar disponible para nuestro niño herido. Este adulto amoroso lo podemos ir construyendo de a poco, en un proceso en el que vayamos soltando los juicios, exigencias, las críticas y desvalorizaciones y podamos sustituirlas por comprensión, escucha, curiosidad y autenticidad.
Abrir un dialogo interno con estas figuras; ya sea en terapia; ya sea con un diálogo interno, o incluso con escritura terapéutica; es muy sanador.
Podemos interesarnos por las sensaciones, emociones, deseos y necesidades de ese niño que se quedó con estos temas pendientes. El inconsciente no entiende de tiempos (pasado, presente o futuro); es por ello que nunca es tarde para sanar ese niño, poder cerrar el asunto inconcluso, sanar la herida y liberar la energía bloqueada para mirar al presente con ilusión.
Espero que este post te haya ayudado a conocer un poco más sobre cómo sanar tu niño herido o niña interior herida y a que te motive para relacionarte mejor con él o ella. Envíame tus comentarios a info@sendagestalt.com Me encantará leerte 😉
[i] Véase el artículo relacionado: https://www.agenciasinc.es/Entrevistas/La-plasticidad-cerebral-nos-permite-cambiar-y-aprender-hasta-el-final
Fuente: “Abraza tu niño interior” de Victoria Cadarso.