Mi historia
Hola hoy quiero sincerarme y contarte un poquito de mí. Mi infancia estuvo marcada por una familia numerosa en la que éramos seis hijos (somos 5 chicas y un chico) yo soy la pequeña.
Quizá creas que esta es una posición ventajosa en cualquier familia, en mi caso, mis padres estaban demasiado atareados, demasiado ocupados con tanto hijo que yo pasé desapercibida.
Pasé mi infancia pensando que mi padre no me quería, los comentarios que hacía, como me trataba, me hacía sentirme nada valorada ni querida por él. Mi hermana tres años mayor que yo, sin embargo, era su favorita y lo decía abiertamente.

Mi historia
Hola hoy quiero sincerarme y contarte un poquito de mí. Mi infancia estuvo marcada por una familia numerosa en la que éramos seis hijos (somos 5 chicas y un chico) yo soy la pequeña.
Quizá creas que esta es una posición ventajosa en cualquier familia, en mi caso, mis padres estaban demasiado atareados, demasiado ocupados con tanto hijo que yo pasé desapercibida.
Pasé mi infancia pensando que mi padre no me quería, los comentarios que hacía, como me trataba, me hacía sentirme nada valorada ni querida por él. Mi hermana tres años mayor que yo, sin embargo, era su favorita y lo decía abiertamente.
Adolescencia y ejercicio de perdón:
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Entonces empecé a hacerme adolescente, a partir de los 16 años esa falta de amor que sentía de mi padre, la empecé a proyectar en todas las relaciones que tenía, en todas sufría, no me querían, era muy desgraciada y lo pasaba muy mal y si alguien me hacía caso entonces a mi no me interesaba.
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También en una llamada desesperada de llamar la atención, repetí curso en Bachiller (entonces era 3º BUP) y en el último curso me quedaron 4. Mi vida iba como un barco sin rumbo. Ya por aquella época me encantaba leer y como me llamaba la atención la psicología, me leí un libro de “Cómo psicoanalizarse a uno mismo” de Andree Roberti, que tenían mis padres cogiendo polvo. Ese libro estaba lleno de cuestionarios y me pasaba las horas haciéndolos.
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Ahí me di cuenta de que estaba muy enfadada con mi padre, y que le odiaba. Tenía 18 años y me había pasado desde los 15 sufriendo en relaciones. Dándome cuenta de que eso me estaba haciendo mucho daño hice un ejercicio serio de perdonarle, me di cuenta de que ese odio me estaba envenenando a mi misma y me estaba destrozando la vida.
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A partir de ahí mi vida dio un giro. Aprobé las asignaturas que me quedaron en verano, mi relación con mi padre mejoró mucho y además a partir de ahí empezaría una relación estable con un chico que me adoraba y me trataba de maravilla que duró 5 años. Está claro que la reconciliación con mi figura paterna me sanó enormemente.
Cubrir las expectativas:
Entonces llegó la hora de estudiar una carrera, yo quería estudiar psicología, había visto el cambio en mi vida tan brutal y quería seguir investigando por ese camino. Cuando le conté a mi madre que quería estudiar psicología, me frenó en seco; fue un jarro de agua fría; me dijo que no tenía salidas, que me iba a quedar en el paro, me hizo una comparación con una tía de la familia que la había estudiado y estaba en paro, Esta persona era la oveja negra de la familia y a mi eso me bastó para hacer caso a mi madre y estudiar una carrera “con más salidas”
Estudié la carrera de Marketing porque, “dentro de las carreras con salida”, era la que más me gustaba. La carrera la saqué con nota, notables y sobresalientes, me di cuenta de que había cosas como la estadística que se me daban fenomenal y yo era la que explicaba al resto de la clase (igualito que en BUP que me había pasado repitiendo y lo había aprobado a trancas y barrancas)

Mis relaciones:
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Cuando terminé la carrera, me fui un año a aprender inglés a EEUU, entonces mi primera relación después de 5 años terminó, conocí a un americano en la universidad y corté con mi primer novio en la distancia.
Allí con el americano estuve durante unos meses, mi experiencia allí fue muy enriquecedora en todos los aspectos, aprendí estando sola allí a confiar más en mi misma y mis capacidades.
Esta relación tampoco funcionó, al cabo de los cinco años, nos separamos, vendimos la casa y cada uno por su lado. Discutíamos mucho, teníamos muchas luchas de poder, y no estaba del todo a gusto. Yo en aquella época la empresa en la que trabajaba cerró y me quedé sin empleo.
Entonces volví después de un año a España y empecé a trabajar de lo que había estudiado, mi primera empresa en el mundo tecnológico. Poco después conocí a otro chico con el que me independicé y más tarde nos compraríamos nuestra primera casa.
De repente me vi sin casa, sin trabajo y sin pareja. Me invadió el pánico.
Por aquella época me daba angustia estar sola, así que me fui de una relación a otra para tapar esa angustia que me invadía.
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Lo saludable es que me hubiera pasado un tiempo sola conmigo misma, pasar esa etapa de duelo para luego volver a comenzar otra renovada, conociéndome más y sabiendo quien era yo, nada de esto hice. Como el refrán “un clavo saca otro clavo” a los pocos meses comencé otra relación.
Esta persona tenía ciertas cualidades más tóxicas que las anteriores, yo me aislé de mi entorno y después de unos años me encontraba sin fuerzas, agotada, quería salir de ahí y no sabía cómo.
Me encontraba aprisionada en una relación que no quería y que había empezado por miedo a estar sola. Me refugié en el desarrollo personal, me fui un fin de semana a un fin de semana alternativo, era una combinación de biodanza y terapia grupal.
Ese fin de semana tuve una revelación, no me gustaba nada la vida que tenía. Me armé de valor y dejé la relación. Luego meses más tarde, esa ruptura mi ex me la haría pagar con creces, aunque esto ya es parte de otra historia.
Conseguí salir de ahí y estuve varios años con el desarrollo personal (biodanza, meditación zen, tantra, polarización energética, reiki, constelaciones familiares, la cábala, etc.)
Esto hizo que pudiera sacar emociones que tenía bloqueadas de tantos duelos que no había hecho; y poder escucharme a mí misma, me sanó. Más tarde pude formar una relación de pareja saludable y tener una familia.
¿Cómo llegué hasta aquí?
Dos años más tarde de empezar el desarrollo personal quería dar un giro laboral, me gustaba mi trabajo de marketing, aunque sentía que quería ayudar a las personas, me faltaba algo, era la llamada de mi vocación. Decidí formarme como coach en el 2010. Tenía clientes en mi tiempo libre como coach personal que compaginaba con mi trabajo. También en la empresa en la que trabajada me ofrecieron un nuevo puesto de especialista de producto, en el que tenía que comunicar y dar formaciones. Esta interactuación con las personas me gustaba. Más tarde un amigo me habló de la terapia Gestalt y decidí formarme como terapeuta, las emociones para mi eran algo fundamental, ya que viví en mi propia historia como desbloquearlas me había abierto un mundo nuevo lleno de posibilidades. No lo pensé, fue algo intuitivo. Después de 3 años y medio de formación y uno de certificación, estaba preparada para ser terapeuta.
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